Esta semana del año, en un tanto especial para mi.
Están pasando dos cosas que me son importantes, una me es familiar y la otra no tanto.
Me es familiar, porque la última semana de agosto de los últimos 6 años, es semana de correr el Maratón de la Ciudad de México.
Este año, por lesión, no entrené como me gustaría. No traigo los kilómetros encima que me gustarían, y no estoy tan fuerte y en condición como años anteriores.
Por el otro lado, es un año que no traigo tantas expectativas como otros años, ni metas ambiciosas de tiempo. Solo quiero correr.
Quiero corregir, fe de erraras: quiero correr con el menor dolor posible.
Otra razón por la cual no estoy queriendo poner mucha carga en este maratón, es porque dos meses después correré mi primer maratón internacional: me voy a Chicago.
Esta es la primera vez que lo comparto de manera pública, lo sabe mi familia y algunos amigos. Pero no lo había compartido más allá.
Es ir a una ciudad nueva, a correr en calles que no conozco, calles que no me vieron nacer y crecer.
He sido 6 veces maratonista, y todas en mi Ciudad de México.
Las calles que este fin de semana se pintaron de tres líneas rojas las he recorrido cientos de veces.
Actualmente vivo a una cuadra de esas líneas rojas.
A veces toca correr despacio, o frenar, con tal de poder correr más lejos y más rápido.
Cuanto me está costando esta lección.
Ayer perdí mi cartera, y eso me llevó a pensar en lo que tengo, y lo que no. A las personas que quiero en mi vida, y a las que no. Al final encontré mi cartera.
Por el otro lado, regresando al principio. Esta semana me despido de mucha gente.
Esta semana me despido de uno de mis mejores amigos que se muda por irse al doctorado.
Me despido de quien fue mi roomie más de un año, buscando su crecimiento profesional.
Y me despido de mi hermana, que está buscando (más bien “encontrando”) una nueva aventura.
No me es familiar despedirme así, así de rápido, así de golpe, y así de profundo.
Pero al final la vida no es más que un sin fin de bienvenidas y despedidas. Algunos cuantos reencuentros. A ellos tres: los quiero reencontrar pronto.
Hay algo que pensé esta semana corriendo.
Los “corredores” nos gusta redondear para arriba.
Cuando llevas 4.8 kilómetros corridos, aprietas un poco más, con tal de parar tu carrera en el 5.
Nos esforzamos en correr un poquito más con tal de cerrar nuestros números en algo un poco más “bonito”, “completo” o yo que sé que palabra usar.
Nos esforzamos en dar el extra, tal vez por ego, o por trastornados. Pero siempre damos un poco más.
¿Qué pasaría si diéramos un poco más en todos los ambientes de nuestra vida?
No tiene que ser mucho más, simplemente "más". Ayer me peleaba con mi terapeuta (sí, eso pasa), donde me decía que abro mucho mis alas para dar mucho. Que debería considerar dar menos.
No quiero dar menos, no me quiero conformar con menos, quiero más. Quiero dar más.
Hace años tuve otra discusión con una mujer brillante, donde le decía que yo no quería una vida normal, quería una vida extraordinaria.
Pero una vida extraordinaria requiere pagar el precio, y aunque a veces creemos que el precio es extraordinario, el precio tal vez sea solo dar un poquito más.
Un jugador de fútbol americano de hace años (una disculpa por la pésima calidad bibliográfica) decía que "no hay tráfico en el último kilómetro".
Tal vez sea solo eso, tal vez en los últimos metros para redondear para arriba… no hay tráfico.
Son los más difíciles para seguir, pero tal vez sin el transito sean los más fáciles de recorrer una vez que te hiciste la idea de hacerlo.
A mi gente que se va lejos, que lindo es verlos buscar más. Yo aquí me quedo, en sus vidas, para dar un poquito más en tenerles cerca a pesar de la distancia.
Una amistad muy querida y yo, hemos hablado ya por años, que hay gente que tiene la habilidad de estar presente a la distancia.
Tal vez el secreto, una vez más sea dar un poquito “más”
Este domingo, corriendo, trotando o caminando el maratón, entrenando para el que sigue… daré poquito más.
Hoy viernes, da un poquito más, disfrutemos un poquito más… y si tu cuerpo te lo permite: baila un poquito más, en fin: es viernes.
Abrazo fuerte,
Yo (Lecu)
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